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jueves, 13 de diciembre de 2007

VIRTUDES QUE OBSERVÉ EN LOS HABITANTES DE CASARES DE LAS HURDES QUE CONOCÍ





















Para conocer cómo es una sociedad humana estimo que es necesario tener en cuenta sus virtudes y sus defectos.

Pocos de los visitantes de CASARES DE LAS HURDES se fijaron en estas realidades al buscar la esencia y las notas características de los hurdanos.

Mi observación se realiza en un espacio temporal considerable, desde los años finales de la década de 1.930, en que ya puedo juzgar sobre lo que veo, hasta el año 1.954, año de mi marcha del pueblo.

De las virtudes que observé en la generalidad de los vecinos destaco hoy las siguientes:

1. LABORIOSIDAD.

En Casares y en las alquerías estaba mal visto el gandul.

Todo el mundo se afanaba en el cuidado de sus huertos de regadío y de secano, en hacer las labores a su tiempo, con gran esfuerzo, al no poder utilizarse el arado ni el vehículo de ruedas para el transporte de estiércoles y de productos, en la custodia de sus cabras, de sus caballerías y de sus cerdos, en salir a los trabajos de temporada de siega o de vendimia para conseguir unos recursos económicos complementarios, en rehacer a tiempo sus portillos para conservar la tierra, etc. etc.

Viendo ese devenir diario, que asemejaba al de la abeja incansable, se entendía fácilmente como pudieron los antepasados construir los paredones y plantar los olivares y los castañares que han llegado hasta la actualidad.

La jornada de trabajo del casareño era muy superior a la de las ocho horas. En días largos podían hacerse 14 ó 16 horas de trabajo.

Como prototipos de esa laboriosidad podrían citarse muchos nombres. Yo recuerdo a ANTONIO ALONSO MARTÍN al que veíamos los muchachos marchar con la puntualidad del buen reloj, en plena siesta, a preparar un terreno inhóspito para plantar un toconal, ( olivos pequeños de estaca ) trabajo en el que invirtió varios meses.

2. SOLIDARIDAD.

Había un hecho que evidenciaba esta virtud elocuentemente, el del transporte de las vigas para las casas. Lo hacían innumerables hombres situados a lo largo de la viga de castaño, conforme a sus respectivas estaturas, para repartir el peso.

Otro hecho solidario era el entierro. Todo el pueblo se unía a la familia que había perdido el ser querido y lo hacía con recogimiento, en silencio.

3. GENEROSIDAD Y DESPRENDIMIENTO.

 
Teniendo poco de todo, en una economía de escasez, frecuente era ver al que traía una cesta de fruta, por ejemplo, que invitaba a otros vecinos a que tomaran parte de ella. O al que hacía matanza a dar alguna presa a otros.

4. HOSPITALIDAD.

Las casas de los vecinos de CASARES DE LAS HURDES, incluidas sus alquerías, estaban siempre abiertas no solo para los demás vecinos sino para los forasteros amigos y conocidos.

5. RESPETO A LA PROPIEDAD AJENA.

Hay otro hecho que evidencia esta virtud. Las aceitunas de todo el pueblo se depositaban en chiqueros ó cortijos que correspondían a cada familia. Allí permanecían, a veces meses, sin vigilancia alguna, hasta que se molturaban en las prensas. Siendo el aceite ( allí se decía LA aceite ) un producto de primer orden para la alimentación, jamás se conoció un caso en el que alguien quitara aceitunas de cortijos ajenos.

De igual modo se respetaba cualquier otro bien ajeno.

6. DIGNIDAD.

Por pobre que sea el hurdano es siempre digno, no adula al poderoso ni al influyente. En este sentido es hasta un poco soberbio.




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